El agua potable es agua segura para el consumo humano, lo que significa que puede utilizarla para lavar platos, preparar alimentos y/o ingerirla directamente.
Dado que el agua es el disolvente universal y es extremadamente común en la Tierra, a menudo tiene disueltos una variedad de elementos y sustancias que pueden afectar al sabor, color y olor y pueden o no ser visibles a simple vista. Esto podría suponer un riesgo para su salud.
La calidad del agua potable de una comunidad o de un país depende en gran medida de los mecanismos para purificar el agua. Debido a la presencia de compuestos tóxicos u organismos infecciosos en ella, se han dado numerosos casos de epidemias o intoxicaciones de gran magnitud.
El agua de los mares y océanos, a pesar de no ser aptas para el consumo humano por su enorme cantidad de sales disueltas, se ve continuamente amenazada por la contaminación del agua, el suelo y el aire.
Características
La normativa de la Unión Europea establece que el agua potable debe tener un pH entre 6,5 y 9,5 y un contenido de sales, minerales e iones (incluidos sulfatos, cloratos, nitritos, amonio, calcio y fosfato) dentro de los niveles aceptables.
Por otro lado, tiene que estar lo más desprovista posible de bacterias, virus y otros gérmenes patógenos, así como de cualquier material orgánico o radiactivo o partículas en suspensión. Esto indica que cumple unos criterios de pureza medios, lo que la hace segura para su ingestión cotidiana y sin restricciones.
¿Para qué sirve?
La mayor parte del tiempo, el agua potable se utiliza para el consumo directo, como beber, cocinar o limpiar alimentos.
Al igual que el agua potable es esencial para el sector alimentario, la agricultura utiliza con frecuencia agua reciclada o tratada. Se emplea en la producción de alimentos y bebidas, la creación de productos farmacéuticos y otros bienes químicos, la limpieza de instalaciones médicas, etc.